martes, mayo 20, 2014

amar ... tiene algo de poesía (1)

Que es este amor, que es?
Es un volcán en llamas?, una tempestad en el océano?
El primer respiro de un capullo en primavera?,
O el rocío de campos al amanecer?.

Donde guarda él sus bríos?
donde, la suave melodía,
cabellos mecidos por brisas que han de venir?.

Se arrima a tu corazón, llevándose el mío,
Y cuando ya no hay respiro,
Tu boca, la mía,
Una mirada, un beso en la piel.

De tanto arrimo se encienden los días,
las noches, los sueños se suman también,
germina el amor, colmado de lluvias,
saciando la vida y esta sed.

amar ... tiene algo de poesía (2)

Si pudiera asir la noche, que haría con ella?.
Que haría si fuera la luz del alba o tan solo la luz de tu estrella?.
Que haría, si fuera tu amor, que prendido no pudiera danzar?.
Que haría si de tanto quererlo, apresado se desvaneciera?
Que haría?

Besarte es amago de artista,
las caricias olas en el mar,
amarte es un canto que clama, desde los abismos a la luz sideral.
A veces sosegarlo quisiera, acallarlo jamás.

Sí, es un canto de dos una noche, un día, que más?
un baile, de reinas y reyes sin par,
Festejemos entonces mi reina, bailemos sin parar,
Que los dioses bendigan amores, cuando hay gozo y hay paz.

domingo, febrero 05, 2012

La Foto Postal

Aquella mañana de febrero no había mucho que hacer. El sol caía cruel y desnudo sobre las solitarias calles de Santiago amenazando abrazar con todo. En la computadora danzaban silenciosas miles de esferas blancas, que inútiles mantenían ocupada la pantalla, a la espera de una orden que deliberadamente no le di.

Estaba hojeando el diario en busca de algo que leer. Generalmente aterrizaba en Línea Directa, una sección, con casos tan bien resueltos que justificaban el que los recortara, seleccionara y guardara en mi escritorio, en espera de utilizarlos para escribir una novela de corte criminal a lo Agatha Christi pero en el estilo del realismo mágico de García Márquez. Encontré un artículo titulado ”Los Ricos Pobres” al que yo le habría puesto ”El peso de las cosas o una crítica al consumismo por Coco Legrand”, que me llamó la atención y me hizo pensar en los tiempos del colegio en lo que en aquel entonces pensaba sobre el matrimonio, el trabajo y el éxito, que sorprendido aún recordaba y en cómo hoy mis preocupaciones giraban en torno al pago de las patentes de los autos, el colegio de los niños, las cuotas del equipo de música y de la nueva máquina de lavar loza, que ya había fallado dos veces y de la que ni siquiera habíamos logrado ocupar el programa automático, por lo que había pensado seriamente en enviar mi caso a Línea Directa o comenzar con ello esa novela escurridiza; cuando impredecible Maggy, con su voz una octava superior a lo normal de las mujeres, masticando un chicle blanco entre sus blancos dientes y haciendo caso omiso de lo dicho tantas veces, entró sin golpear.

- Chita, que teníh amigos tú. Te llegó esta media postal, Bah!, es una foto de un tal Ernesto Gómez, que la envía desde, ee...
Se la quité de las manos y le contesté:
- Aguanto que entres sin golpear en mi oficina pero que leas mi correspondencia eso no lo soporto.

Ella me miró con los ojos entreabiertos sin dejar de masticar, mientras yo me sentaba.
-Para que sepa jovencito, -lo dijo recalcando todas las eses y ces de cada palabra-, la correspondencia oficial de esta oficina, sí,- insistió moviendo la cabeza- la tengo que leer yo y la foto esa no decía ni privada ni personal. Así que aguántese,terminó diciendo, mientras levantando los brazos en un gesto de rebeldía, se alejaba sin esperar comentarios.

Me quedé ahí, con la foto en las manos, quieto como cuando vemos un fantasma o algo así, supuse, porque nunca he visto uno.
Ernesto Gómez había sido el mejor amigo del colegio, recordé los estudios de última hora después de las cimarras, los veranos, los mochileos al sur. Casualidad ?.....Con él aprendí a fumar y más tarde a jalar, riéndonos de los viejos cuando se juntaban y entre ellos se convencían de lo sanos y buenos muchachos que éramos. En realidad lo éramos o quizás actuábamos así, para que el resto también lo creyera. Teníamos toda la vida por delante, el espectro de posibilidades era infinito, el futuro no nos pesaba y podíamos ser cadenciosamente irresponsables.
No no fue una casualidad, inicié un viaje deliberado al baúl de los recuerdos..... Me acordé de la Srta. Isis nuestra profesora de castellano, una señora de edad avanzada que cubría su mano izquierda con un guante blanco que nunca se sacaba. Ernesto la asaltaba en los pasillos del colegio y le ayudaba a llevar los pesados libros. Ella resistía digna las sonrisas insistentes que él le lanzara cuando de rodillas le pedía se sacara los guantes o le prometía un beso musitando poemas en castellano antiguo. Era su alumno favorito sin duda. Ernesto siempre traía consigo viejos libros prestados por ella. Al final, cuarto medio fue el último año en que ella dió clases, durante la fiesta de graduación se nos acercó y dirigiéndose a Ernesto le dijo, sacándose el guante que usara desde siempre.
- La perdí hace mucho tiempo, cuando le ayudaba a mi padre en las tareas del campo, durante las vacaciones, porque yo estudiaba en el internado de las monjitas Teresianas de Linares. Nunca me casé, a pesar de que Gustavo me lo había pedido tantas veces. Su voz se quebraba y los ojos se le llenaban de lágrimas que no derramó.
- Justo cuando superando mis miedos le dije que si, la mina se lo llevó para siempre, porque él era minero y trabajaba en Lota. Sí, si hubiera tenido un hijo, Ernesto, me hubiera gustado que fuera como tú. Bajó la vista mientras se colocaba su guante sobre la mano eternamente quieta.
Ernesto se acercó y dándole un beso en la frente le susurró como un secreto:
- Si yo tendría una madre, ella habría sido Ud.
Nunca más volvimos a saber algo de la Srta. Isis. Igual la pasamos bien esa tarde y cuando ya no quedaba más cerveza que tomar, Ernesto mirando al cielo me dijo:
-Qué fácil es hacer feliz a la gente. A veces sólo hace falta una sonrisa o un buen gesto.

La madre de Ernesto vivía con un pintor en París, en viaje casi permanentemente y su padre trabajaba en EE.UU. para el Banco Mundial, encargado del futuro de las naciones más pobres, comentaba, para espantar esos silencios previos a las tormentas. Fueron sus abuelos quienes asistieron a la ceremonia de graduación y a quienes Ernesto les entregó sus diplomas y otras condecoraciones. Él había salido el mejor alumno de aquel año y eran grandes nuestros sueños. Habíamos planificado un viaje por el Amazonas, que después de dar la prueba de aptitud sólo quedó en una vuelta por Machu-Picchu. Ese fue nuestro último viaje. Formamos un grupo con la hermana mayor de Ernesto, su pololo y dos amigas de ellos que resultaron ser un fracaso alegando y despotricando contra la hospitalidad peruana, las hostales en mal estado y engrupiéndose a cuanto gringo se encontraban en el trayecto. En Machu-Picchu nos tendíamos sobre el altar del sol durante las tardes para captar el espíritu etéreo de los Incas. En el lago Titicaca compartimos largo tiempo con las familias que vivían en las islas de totora. Ernesto tenía esa cualidad de comunicarse con la gente en una frecuencia desconocida para mí. Recuerdo como en el carnaval de Puno fue Ernesto quién logró obtener dos fetos de llama, entregados por una lugareña quién se los obsequió con la sola condición de no revelar jamás para qué servía tenerlos en casa. Yo me quedé con uno. Cuando me casé, Luci lo encontró tan feo que tuve que acceder a botarlo sin poder argüir para qué lo podíamos conservar.

Ernesto quedó en psicología en la U. y yo en ingeniería comercial. Justo antes de marzo de aquel año recibió la noticia de la muerte de su padre y que debería viajar a EE.UU. para lo del entierro y otras cosas relacionadas con herencias y propiedades. Recuerdo cuánto me pidió que le acompañara. Sólo unos meses insistía, pero yo temeroso, egoísta y confundido me negué convencido de que el primer semestre de la Universidad era el más importante. Cuando nos despedimos en el aeropuerto no nos dijimos nada. Fue un saludo silencioso, el preludio de un hasta siempre sin retorno.

Nunca más volví a escuchar algo de él. Sus abuelos volvieron seis meses después y se fueron a vivir a Chiloé. La casa en Santiago la vendieron y yo me dediqué a estudiar en serio. Terminé la carrera sin honores, me casé con Luci después de tres años de pololeo y estoy aquí en una empresa de medio pelo esperando la vuelta de tiempos mejores.

Me di cuenta que todo esto me lo había dicho a mi mismo en un silencio que se extendió toda la mañana. Aun sostenía la foto-postal en mis manos y no la había leído.

”Te mando esta foto para retar al tiempo y la distancia. Formarás parte de mi vida así como yo de la tuya en una regresión infinita en la que cada uno forma parte de la vida del resto. Estoy viviendo en una comunidad indígena al norte del Cañón del Colorado, los Arapash. Los conocí cuando estudiaba los diferentes comportamientos de las culturas y por ellos dejé los estudios, el dinero y la llamada civilización. Ahora vivo cerca de la tierra y el hombre. Nieve Luz es mi compañera y te envía saludos y alegría. Mi lugar de meditación esta en la foto y nuestra dirección postal adjunta. Paz y larga vida te desean Nieve Luz y el Hermano Venido del Viento del Sur.”

Ahí estaba él al borde del Cañón con su cara de niño con la vista fija en dirección al sol. Había firmado con su nombre antiguo, Ernesto Gómez, en una esquina de la foto donde la dirección postal era ilegible.

Maggy asomó su cabeza por el umbral de la puerta y me dijo que iba a almorzar.
-espera voy contigo, - le dije. Tenía que contarle a alguien algo de mi vida.

Hasta ese momento no me había preguntado cómo Ernesto consiguió mi dirección, pero eso no importa, un buen gesto hace feliz a cualquiera. Sobre el escritorio quedó la foto y en la computadora danzando silenciosas, miles de esferas blancas, que inútiles mantenían ocupada la pantalla, a la espera de una orden que deliberadamente no le di.
Juan Ehrenhaus

viernes, julio 11, 2008

Guardián del Monasterio

Este poema lo escribí en Junio del 98. Estaba enamorado de la imagen de una mujer, cuya silueta se desvanecía irremediablemente en aquel entonces y yo, no lo percibía.

He descubierto tu piel, sobre la arena.
Mis manos las formas eternas de tu ser,
descubro territorios ocultos bañados en luz de luna,
la quietud de la noche, la verdad de mi sed.

La única flor en estas dunas,
delicado fragmento de tu cielo,
dejó su fragancia en mi boca,
como suspiro de ensueños.

Dulce mujer, inagotable manantial profundo,
me das de beber hoy la luz del amanecer,
no me niegues tus senderos, tus llanuras y montañas,
que si no se recorren, se vuelven a perder.

Moriré si te marchas, en la ribera de tus senos,
si me amas viviré, guardián del monasterio.

Yo, que en el silencio de mis tormentas te ama.

martes, noviembre 27, 2007

Una mujer desnuda y en lo oscuro

Este es un poema cuyo autor no recuerdo. Me lo envió una amiga muy especial desde Venezuela, lo encuentro hermoso y quiero compartirlo con todos.

Una mujer desnuda y en lo oscuro

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

Invierno, 1983

Este es un texto que titulé "Invierno". Lo escribí por allá por el 1983. Es desesperadamente triste. Un Abrazo a todos los amo mucho, Juan.

Invierno

El día se tornaba brumoso y las gotas de lluvia repiqueteaban sobre los tejados de arcilla roja.
Vagamente recordé su mirada, su voz débil y lejana, vacía quizás, perdida entre mil recuerdos.
Caminaba en silencio, entre abedules y pinos, la hojarasca crujía a mis pies y estaba solo.

La calle húmeda cuajada de pensamientos hacia que las horas pasadas no significaran nada para mí, ni la gente, ni el mundo.
Miré hacia lo alto y aun llovía.
No había estrellas, no han existido jamas.

viernes, diciembre 16, 2005

La Espera



La tarde estaba tranquila, un sol de comienzos de primavera apenas alcanzaba a entibiar los brotes tímidos de los árboles. Ella aun no llegaba. Él dejó de mirar por la ventana y tomando su taza de café comenzó a hojear la primera revista que encontró. Las paginas se sucedían unas a otras pero no las veía. De pronto, en una de ellas, una foto, un cuadro colgado a una pared, un ventanal mostrando el horizonte, una mesa colocada para el té y el sol inundando oblicuo ese ambiente, otorgando una calidez que le hizo brotar un recuerdo, una nostalgia que no era tal.

Se imaginó a otra persona, mirando aquella foto y pensó que nadie excepto él habría tenido reminiscencias de los veranos idos, de las arrancadas a la playa, de las puestas de sol, de caminar descalzos por esos bosques de eucaliptos mecidos por la brisa oceánica, al borde de los acantilados de la costa chilena y comprendió, lo que es haber nacido donde se ha nacido. Esos paisajes y los cientos de días vividos bañados en agua marina, le habían moldeado, inesperadamente notó, su espacio interior.

Por mucho que le explicara a otros lo que es sentir el viento salado del mar frente a Quintero, el vuelo estático de las gaviotas, los atardeceres inexplicablemente diferentes unos de otros; jamas podrían aquellos hacer propias esas vivencias. Si él hubiera nacido en otros lugar, podría no haber conocido el mar, no por lo menos Santo Domingo, ni San Antonio, ni Cartagena, ni Zapallar, ni Maitencillo, ni Isla Negra, ni Valparaíso, no habría visto en el vuelo de las gaviotas una alegoría de la libertad y en los atardeceres, de la poesía y la belleza, entonces habrían sido otras sus vivencias y otras habrían sido sus canciones. Pensó, que cada cual hace propio un pedazo diferente de este mundo y lo lleva al fondo del alma para construir como salga, el inexpugnable y rara vez conocido mundo interior.

Se sonrió dándose cuenta que aun sostenía la página de la revista que todavía no empezaba a leer.

Tocaron el timbre. Ella entró dejando varios paquetes en el suelo, se saludaron con un beso comentando lo extraño que estaba el clima y se arreglaron para salir.

Sobre la mesa quedó la revista y la taza de café humeando. El sol entraba oblicuo por la ventana inundando el ambiente, otorgando una calidez que nadie percibió y que él ya había olvidado.